De Rosario a la Habana

De Rosario a la Habana
Recorrido por Sudamerica

miércoles, 24 de diciembre de 2008

EL FINAL ES EN DONDE PARTI

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Y al final, después de tanto buscar y encontrar volví al punto de partida. Han pasado veintiún meses desde aquel 6 de marzo de 2007 en que me paré frente al Monumento en Rosario y con cierta inocencia dije que me iba a recorrer América. Muchos creyeron que estaba loco, otros no entendían los motivos y los de siempre me apoyaron incondicionalmente en todo el viaje. Otros creyentes se sumaron a integrar esa gran familia que construí en cada parada sembrando recuerdos, encuentros y despedidas inolvidables. Los creyentes no son religiosos, sino soñadores que apostaron a una sociedad mejor, son los que no se quedan en la queja sino que hacen “algo”, esa es la diferencia entre ser y no ser.
Hoy estoy en Colón, en mi casa paterna, para reencontrarme con mi madre, mis hermanos, familiares y amigos. Se ha cerrado una etapa, terminó el viaje propiamente dicho a bordo de la cardenilla y la adrenalina de los nuevos lugares ha pasado a reposo bajo la calma siesta pueblerina que dicta el verano.
También es el comienzo de una nueva etapa donde la proa apunta a nuevos ideales y las respuestas apremian para la comunidad. Es tiempo de devolver con todo el corazón lo que recibí una y otra vez de la gente que me enseñó su trabajo, su amor por la cultura y esa fe que asecha la ignorancia y se propaga paciente en las manos de estas almas especiales. Es tiempo de trabajar por la cultura en términos de bienestar social, es tiempo de cambiar utopía por ideal y creer que se puede. Bien sabido es que nadie es profeta en su tierra, y que me esperan muchos obstáculos, pero nunca podré reprocharme no intentarlo.
Ahí voy en un nuevo sueño, tal vez más ambicioso y arriesgado, tal vez con destino incierto, tal vez… Todo es tan posible como imposible, el viaje en moto también era una locura y ya ven.
Volviendo a la crónica cotidiana de los días de aventura debo contar que luego de Cuba, el regreso a Venezuela, el reencuentro con la cardenilla y el camino hasta los brazos de Andrea fue tan agitado y enriquecedor como siempre. De camino a Colombia me encontré con buenos amigos parando en Valencia con Víctor y familia compartí una historia ejemplar de fe. Muchas enseñanzas y espiritualidad me llegaron a conmover, tendría que dedicar otras páginas para describirlo.
Con algunos problemas de salud y una amenaza de bisturí en los riñones salí rajando a Colombia en un camión de verduras que conseguí en el mercado después de chapear a los choferes con recortes de periódicos de mi foto ya que mi relato no convencía a nadie y la gauchada no se usa mucho en estos lugares. Un reencuentro en Barinas con Arnaldo y familia siempre incondicionales y hospitalarios. Otro camión hasta la frontera y otro más a Bucaramanga por cortesía de la policía de Colombia que tantas veces me colaboró.
Acá empieza la parte romántica del viaje ya que mi compañera me recibió de maravillas y pasamos unos cuantos días disfrutando de la mutua compañía. El viejo Nelson es un gran interlocutor que me ayudó siempre a reflexionar todo y enfocar los pensamientos, gran amigo.
De aquí en más y considerando el problema en los riñones decidí desarmar la moto con ayuda de los mecánicos de Honda y traerla en colectivo embalada en dos cajones de manzana. Así fue el viaje de regreso. Desde Bogotá hasta Lima y de Lima a Buenos Aires durante siete días de encierro en un bus. Malísimas las películas y pésimo el servicio, no había otra cosa, solo algunos compañeros con quien compartimos lindas charlas y alguna buena lectura cuando el volumen del tele lo permitía.
La despedida de Colombia fue doble, primero en Bucaramanga con algo de sentimentalismo por mi compañera, pero con la alegría de un futuro encuentro. Los amigos también estuvieron presentes con su cariño. En Bogota Sergio y familia también me acompañaron con mucho afecto hasta que desaparecí en la ruta envuelto en bus. Sergio es un amigo increíble al que aprecio mucho al igual que su familia, no tengo palabras para agradecerle.
La vuelta a Argentina fue mágica, después de muchos nervios en la frontera por una irregularidad en un papel de la aduana donde casi me secuestran la inseparable cardenilla y todos los pasajeros se preocuparon, por fin estaba como quien dice en casa. Tocamos unas canciones para festejar y el café caliente corrió entre los vecinos a modo de brindis. Me dormí y al despertar estaba en la Pampa Húmeda. Un paisaje de praderas verdes salpicadas de vaquitas, unos alambrados flacos y el horizonte de eucaliptos rompía el contraste entre tanta bondad de la tierra y la inmensidad del techo de algodones. Estaba en casa.
Buenos Aires me recibió con merecida altivez y una calidez que desconocía en estos lares. En casa de mis primos volví al asado, el mate y la complicidad compatriota que me llenó de nostalgias al recordar que había perdido en la tonada la característica “ye” tan rioplatense como el tango. Desayyyuno che!!!
En una noche con Fede armamos la pequeña poderosa que como el Ave Fénix renacía de las cenizas o de los cajones de manzana donde se mezclaban las partes entre envoltorios de papel de diario. A las tres de la mañana la dejamos parada, y a la mañana siguiente con medio litro de nafta y una patada certera arrancó como una golondrina que va a migrar. Mi nave fiel que nunca me dejó a pata sigue dándome satisfacciones. Tras la despectiva indiferencia de Honda Argentina que ni siquiera me dejó agradecerles por el invento, emprendí la silenciosa vuelta a Rosario. Cinco horas por autopista y estaba llegando justo a la fábrica donde quedaron mis amigos del trabajo con quien charle un rato y continué el reencuentro con los amigos y con los moteros que confiaron en mi cuando ni siquiera había hecho ni un kilómetro. Pasé por Motostop, Laborda Motos y el Moto Club Rosario para agradecerles por la ayuda y la confianza inicial.
El sábado 6 de diciembre de 2008 llegaba a Colón casi de sorpresa, en la puerta de mi casa asomaban Patusca y Juanjo, mis amigos de la infancia, y brillaba por su ausencia mi madre que trabajaba en el Lago y no se enteró de mi presencia. Como a las dos horas apareció con una gran sonrisa y ese amor, que solo las madres saben dar, para reírnos del episodio. Mucha alegría y poco dramatismo, resolvimos todo con mate y torta. Este fue el último paso donde di por concluido mi objetivo.
Los días sucesivos fueron de reencuentro con parientes y amigos, alguna nota en los medios de comunicación, muchos asados, fernet y esas costumbres que se extrañan un poco. Una y otra vez contando la misma historia que de a poco se vuelve mito y se presta para los cuentos.
Así termina esta parte de un sueño que se hizo realidad, un sueño que muchos anhelan pero pocos cumplen, una marca en el tiempo, en el recuerdo y en la memoria de los que me acompañaron. Nunca estuve solo lo se, lo dicen los visitantes del blog, lo dicen los correos y lo siento en el corazón, siempre estuvieron ahí, empujando la cardenilla.
No me pondo a enumerar agradecimientos porque no termino más y porque me olvidaría de algunos. Cada uno sabe cuanto lo aprecio y cuanto le debo, no busquen su nombre en la lista, la justicia se hace en el corazón. Cualquier reclamo puede escribir a americaen2ruedas@yahoo.com.ar y en breve recibirá respuesta, no lo olvide.
Desde este rincón del Continente les dejo las puertas abiertas y el perro atado para que pasen cuando gusten. Espero recibirlos con orgullo en “El Matecito” y mostrarles que sí se puede hacer algo por la cultura, por la juventud y por un mundo mejor.
A los que criticaron y a los que me apoyaron con cariño, con mensajes, con comida, con un techo, una cobija, con monedas, con billetes, con abrazos, con pastillas, con repuestos, con el hombro, con una mano, con amor, a todos ustedes un millón de gracias y FELICES SUEÑOS.
Hasta entonces. Martín Monti
FIN